Arribes

 

A caballo entre las provincias de Salamanca y Zamora, la Denominación de Origen Arribes es un caso singular en el que una comarca vinícola coincide con un espacio protegido: el Parque Natural de Arribes del Duero. La superficie cultivada inscrita roza las 450 hectáreas, aunque hay más de 3.000 que aún no se han incorporado. Las bodegas zamoranas amparadas por esta DO elaboran condicionadas por un relieve accidentado, marcado por el fuerte encajonamiento del Duero y sus afluentes en la masa granítica del batolito de Sayago. Las principales localidades zamoranas incluidas en la comarca son las de Pino del Oro, Villadepera, Villalcampo, Moral de Sayago, Badilla, Fariza, Mámoles, Fornillos de Fermoselle y Fermoselle. Las precipitaciones son más abundantes que en la cuenca del Duero debido a su situación más cercana al océano y las temperaturas presentan unos valores muy dispares: las zonas más abrigadas del arribanzo suelen registrar entre cinco y diez grados más que las partes más elevadas. Ello hace que una parte del viñedo se cultive en condiciones similares a los de la zona de Toro, mientras que la zona más abrigada tiene más semejanza con su vecina comarca del Alto Douro. Pero la diferencia con otras comarcas no se limita a lo geográfico, sino que la singularidad de esta comarca también viene definida por las variedades empleadas: entre las tintas, las principales son la autóctona Juan García, la rufete y la tempranillo, mientras que como variedades autorizadas figuran en el reglamento de la DO la mencía y la garnacha. Respecto a las uvas blancas, la variedad principal es la malvasía y figuran como autorizadas la verdejo y la albillo. Al mismo tiempo, existen variedades de uva que encuentran en Arribes su última zona de producción, y que están siendo objeto de recuperación. Son ejemplos de ello la bruñal, la bastardillo o la puesto en cruz. El tinto joven de la Denominación de Origen Arribes se elabora fundamentalmente con las variedades Juan García, rufete y tempranillo. Por su parte los etiquetados como crianza son envejecidos por un periodo mínimo de dos años —de ellos, al menos seis meses en barrica—, contados a partir del 1 de noviembre del año de vendimia. Los rosados deben contar con un mínimo de un 60% de las variedades tintas principales -Juan García, rufete y tempranillo- y el resto se puede completar con las autorizadas, tanto blancas como tintas. Respecto a los blancos, el mismo mínimo del 60% corresponde a la malvasía, como variedad principal que es, de modo que se puede completar con las castas autorizadas.

 

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